BURN UNEXPECTED. Lo inesperado en forma de fiesta

BURN UNEXPECTED. Lo inesperado en forma de fiesta

Arte, fuego, misterio y electrónica de primer nivel en una de las fiestas del año

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BURN UNEXPECTED. Lo inesperado en forma de fiesta

Cuando recibimos la invitación de #BurnUnexpected sabíamos que algo gordo se estaba cociendo. Y es que un original bote de spray con pocas más indicaciones era el símbolo misterioso que anunciaba a noche en la que iba a liarse parda. Así que, nosotros, muy obedientes, nos pudimos coquetos y nos metimos en un autobús en el que se nos citó.

 

El lugar estaba lejos... pero esto solo alimentaba nuestra intriga. Tan lejos que cuando llegamos, era ya de noche. Al bajar, nos dejamos guiar por un camino flanqueado por bidones de fuego y además, se nos proporcionó una antorcha para que no perdiéramos detalle de lo que nos
rodeaba hasta la llegada hasta “nuestro templo”. Y es que nuestro destino, era una iglesia abandonada en el poblado del Alamín. No llevábamos ni cinco minutos y todo tenía pintón.

 

Un bombo potente sería nuestro siguiente guía hacia nuestro destino: Lollino, ganador de  BURN Residency 2016 se alzaba sobre un altar lleno de color ornamentado por el artista urbano Antonyo Marest y lo llenaba de beats que caldeaban el ambiente. Todos nos mirábamos entre nosotros flipando y, según iba llegando más gente, el encontronazo con cara conocidas del mundo de la música y las redes sociales era inevitable. Momento de una copita para sumergirnos en un correcto warm-up que preparó muy correctamente a la pista para lo que estaba por venir.

 

Apareció como un gurú, serio, concentrado y con una capucha negra, pero oh!! el Chupa-Chups le delataba... ¡¡PACO OSUNA IN DA HOUSE!! Una horita de contundencia y bailoteo intenso que nos abrió el apetito. Además, se rumoreaba que fuera había un regalito en forma de hamBURNguesa y comidita rica. ¡Esto es un no parar! ¡Riquísimas! Ahora ya, afianzados con el terreno y con el estómago lleno, decidimos dar una vuelta para otear qué se cocía fuera de la pista. Entramos de nuevo y antes de subir las escaleras hacia segunda planta de la iglesia, cayó en manos de uno de nuestros compañeros un tubito de pintura fluorescente y, como era de esperar, nos pintó la cara al más puro estilo hippy-raver. Una vez arriba, nos encontramos con las mejores vistas de la fiesta: Un artista graffitero de Ink & Movement, pintando un muro en directo a la derecha, y a la izquierda, vistas aéreas de la pista donde ya veíamos a Paco despidiéndose.

El ganador de Burn Residency de este año, Furkan Furt, fue el encargado de poner el broche a la velada con un set de lo más bailongo. Igual de sorprendidos que al principio, pero con la satisfacción hasta los topes, volvimos al bus comentando la jugada con un montón de gente que
hacía unas horas nos era completamente desconocida.

¡GRACIAS BURN! Con ganas de la siguiente ;)

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